Ferrari y Goretti no dan la talla para levantar al ACF Fiorentina. ¿Dónde está la propiedad?
El ACF Fiorentina vive uno de los momentos más delicados de su historia y da la sensación de que poco o nada puede hacer reaccionar a un equipo cada vez más a la deriva. La derrota del sábado en el Mapei Stadium ante el US Sassuolo dolió más que ninguna, porque llegó después del pacto con la afición y en una jornada en la que muchos pensaban que Kean y compañía podían levantarse. Primero, el rifirrafe entre el propio delantero y Mandragora por el penalti —que finalmente lanzó y convirtió el centrocampista para abrir el marcador—; después, el tanto de Volpato que terminó por desmoronar a un equipo más tocado que nunca; y, para rematar, otros dos goles encajados y una larga charla en el vestuario que, a tenor de lo visto, no llevó a nada.
Prueba de ello, las palabras de Vanoli en rueda de prensa desde Reggio Emilia, tras 90 minutos de reunión entre cuerpo técnico y plantilla al término del partido. Al referirse a la bronca por quién debía lanzar el penalti, el técnico afirmó: "El encargado de los penaltis es Gudmundsson, pero no se vio con confianza para tirarlo". Menos de 24 horas después llegó el desmentido del islandés en redes: "Nunca voy a rechazar tirar un penalti".
Esto es, en definitiva, la enésima fotografía de un entorno roto, porque no es de recibo que en cuestión de horas salgan dos versiones tan distintas. Falta química, falta claridad, falta de todo en el club viola, y la sensación es que al mando, en lo que respecta a la dirección, hay dos personas que no están a la altura para levantar el ambiente. Por un lado, el director general Alessandro Ferrari, alguien con poco o nada que ver con el fútbol; por otro, el director deportivo Roberto Goretti, superado por una situación demasiado grande para él, como se percibe en las declaraciones farragosas que ofreció en el pospartido ante el Sassuolo.
Pero la gran pregunta es otra: ¿dónde está la propiedad? La respuesta es imposible de dar, pero ateniéndonos a los hechos está claro que Rocco Commisso ha desaparecido de escena. Ninguna declaración del propietario, justo cuando toca tomar una postura clara y contundente. Puede no estar en Florencia, pero ahora hace falta su voz. Sea él o su esposa Catherine, da igual: alguien debe hablar y decidir. Porque la ciudad y la afición merecen saber qué está pasando y, si son ciertos los comunicados que desmienten la venta del club, entonces lo lógico es que la propiedad vuelva a hacerse oír.