.

Treinta años después de la célebre sentencia, Bosman reflexiona: «Una suerte para todos, menos para mí»

de Michele Pavese

Treinta años después, el nombre de Jean-Marc Bosman sigue siendo sinónimo de revolución en el fútbol europeo. Sin embargo, el hombre detrás de aquella sentencia histórica vive hoy lejos de los focos y del negocio del balón. El 15 de diciembre de 1995, el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas puso fin a las restricciones a los jugadores comunitarios en los clubes del continente, abriendo después la puerta también a los del Espacio Económico Europeo, Suiza, Rusia y los países firmantes del Acuerdo de Cotonú. Todo gracias a la batalla legal de Bosman, defensa belga y ex internacional sub-21, que cinco años y medio antes había visto frustrado su traspaso del Standard de Lieja al Dunkerque.

Aquella sentencia, conocida para siempre como el «efecto Bosman», cambió el fútbol de arriba abajo: abolió los límites a los jugadores comunitarios, multiplicó la movilidad en el mercado de fichajes y modificó para siempre las políticas de contratación de los clubes europeos. Para los futbolistas, los clubes y federaciones como FIFA y UEFA, el impacto fue enorme y, a menudo, beneficioso. Pero para Jean-Marc Bosman, lo cuenta hoy con 61 años, la historia fue muy distinta: «Para todos los que se beneficiaron, esa sentencia fue una suerte. Menos para mí».

El ex futbolista belga vive hoy alejado del fútbol, a la espera de un reconocimiento que nunca llegó. Un solo hombre cambió las reglas para todos, pero él no se llevó prácticamente nada.


Otras noticias