.

Fútbol pedagógico (I)

de Manuel Rodríguez

“El hombre – “homo ludens” – inventa el juego, porque lo necesita para vivir. El fútbol, por su parte, es un juego que reinventa la vida, la recrea, la refleja. Y lo hace devolviéndole, como un espejo, toda su complejidad y riqueza. El fútbol es lo que es: tiene sus reglas, su objetividad. (Andrés de Francisco, www.rebelionorg.es).

Pero es más que eso. Como la vida, trasciende su pura realidad objetiva, e incorpora dimensiones estéticas, éticas y aun políticas. A diferencia de cualquier otro animal, que bastante tiene ya con sobrevivir, el hombre se sacude ese afán básico, y se proyecta como artista - imagina, crea, y a veces logra incluso dar forma a la belleza y hacerla visible. También, como ser social, juzga las acciones por su calidad moral - eso está bien hecho, aquello estuvo mal -, y le importan cosas tales como la cooperación, la justicia y la reciprocidad, que son virtudes necesarias para la buena vida social. Finalmente, el hombre es un animal político porque en la vida social hay poder, jerarquía y mando. Pues bien, todo eso - estética, ética y política - lo recrea y refleja el fútbol seguramente mejor y más plenamente que cualquier otro juego colectivo de conflicto y cooperación. Por eso es un juego maravilloso, apto también para la reflexión filosófica”.

“La utilidad en el fútbol es fundamental. Lo es porque este juego, como casi todos, tiene un objetivo supremo: ganar, ganar, ganar. Quien no quiera ganar es un mal jugador, un mal entrenador, un mal aficionado. Incluso el espectador imparcial, el analítico, que no va con ninguno de los dos equipos, presupone y exige que esos equipos quieran ganar y persigan con su juego la victoria. Por ello mismo, porque el fútbol no se juega sólo por jugar, sino para ganar, conviene descartar lo inútil del fútbol, lo poco práctico, lo improductivo, lo inefectivo: lo que no sirve para ganar. Gran misterio del fútbol, por lo demás: a menudo lo práctico y lo efectivo es lo que retrasa el gol, dando un paso atrás para adelantar dos, dando un rodeo para llegar adonde la línea recta es el camino más largo, frenando ahora para acelerar después, conteniendo al principio para atacar en otro momento, cansando al equipo contrario para superarlo cuando las fuerzas le fallen, etc. La impaciencia, la precipitación, la unilateralidad, la previsibilidad… Todo eso es lo improductivo en el fútbol. En rigor, lo es también en cualquier faceta interesante de la vida: sea descartado, apartado, sea reducido a su mínima expresión”.

(…) “La belleza es lo que salva al fútbol - como a la vida - de la rutina, de su mecanización, de su previsibilidad. Por eso es tan difícil de alcanzar. Porque la belleza está ligada al talento, que es un bien escaso. La elegancia de Zidane, su cadencia de cisne y sus controles exquisitos, formaban parte del innato talento del jugador argelino. La soberanía de los jugadores monárquicos - Beckenbauer, Hierro, Van Basten, Redondo -, la magia de los magos, la potencia de los potentes, la velocidad de los veloces, la inteligencia de los inteligentes, la astucia de los astutos. Todos esos eran rasgos de su talento futbolístico. Y el fútbol total de los jugadores totales, los Messi, Maradona, Cruyff, Di Stéfano, Pelé: mágicos, potentes, rápidos, astutos e inteligentes. La belleza del fútbol está ligada al talento de sus jugadores, y cuanto más tienen, mejor juegan, más creativos son y más nos sorprenden, rompiendo los planes, las tácticas y las expectativas del contrario. A veces, los de más talento, hacen real, no ya lo difícil, sino lo que a simple vista parecería imposible. Son magos, son artistas. Crean”.

Son las fechas de verano cuando más se permite uno divagar y tener disquisiciones alejadas de la realidad de la competición, de los resultados implacables que dan y quitan felicidad. Son estas reflexiones las que infunden ánimo, cariño por el fútbol, comprensión, aceptación plena…


Otras noticias